¿Has hecho surf alguna vez? Si nunca lo has practicado, no importa, seguro que sabes de lo que hablo. Cuando un surfista sube a su tabla y bracea o rema para ir lejos a coger las olas, ¿cuál es su objetivo? La mayoría diríamos que su objetivo es cazar una buena ola que le permita cabalgarla y disfrutar su hazaña. Es muy posible que sea así, para eso se ha preparado y ha recibido sus clases. Ha invertido en ello, la tabla, el traje, las botas, las clases, etc., le han costado un dinero. Se ha tenido que poner en buena forma física. Yo he visto fotografías maravillosas de mi amigo Anton Carús donde se ven posturas imposibles, situaciones de cucurucho donde el surfista es la bola de chocolate del helado. O tubos eternos donde una figura humana lo baila de principio a fin.

Pero a veces, muchas veces, quizás la mayoría, el surfista se cae. Y subiéndose a la tabla que está cogida con una correa al tobillo, vuelve a intentarlo. Una y otra vez. Y piensa, dónde romperá la buena, por dónde vendrá, y va en su búsqueda. ¿Por qué después de un día donde no ha cazado casi ninguna ola vuelve al día siguiente? Si ese fuera el objetivo estaría muy frustrado y puede que en un par de días más, lo deje. Pero no, al día siguiente llega más pronto que el día anterior y se mete en el agua con más ilusión, si cabe. ¿Cuál es entonces su objetivo? Parece que regresar a la orilla, no lo es.

Un profesional se lanza al Mercado y ofrece sus productos o servicios para conseguir el éxito. Después de un intenso aprendizaje empieza a tener éxito pero el Mercado se satura o no hay demanda de lo que él ofrece, o pueden ocurrir cosas que imposibiliten vender su trabajo dignamente. Se ha caído de la tabla y las olas menguan. Al día siguiente vuelve a ofrecer su profesionalidad con más ilusión si cabe pero la ola, el Mercado, no le sonríe. O sí, pero poco. ¿Crees que deja de intentarlo? En absoluto. Dentro de sí lleva un profesional con ganas de triunfar, tiene muchos motivos para ello, quizás tenga que cambiar de estrategia, de mercado, de ciudad, de clientes, incluso de producto. Quizás tenga que buscar nuevos apoyos que le acompañen en su nueva andadura como una Asociación Profesional como AMEP o similar. Pero no deja de trabajar ni se enfurruña porque no consigue lo que quiere, cambia de caballo pero sigue cabalgando. El objetivo no era conseguir la ansiada venta aislada. ¿Cuál era entonces su objetivo?

Hotel «Las Cortes de Cádiz», en Cádiz

El objetivo en ambos casos es el mismo, vivir, disfrutar cada momento de lo que estás haciendo para conseguir un objetivo final, perseverar, no desfallecer y volver a ser un niño que se cae mil veces para volver a levantarse otras mil y aprender a andar. Un niño no piensa pues ya no me levanto, para qué, si me voy a volver a caer. Realmente eso es parte indispensable del proceso. Al final está la recompensa, y la felicidad en el camino de conseguirla. Esta etapa que nos ha tocado vivir nos lo ha refrendado.

Muchos profesionales hemos tenido que cambiar varias veces de profesión, de producto a vender, de ciudad, de empresa, de clientes, de amigos, de casa, de status… pero eso no debe achicarnos, auto-devaluarnos, la montaña rusa pertenece al objetivo final, vivir, disfrutar (el máximo que podamos) de cada momento de esa andadura. Lo que te toque, hazlo lo mejor posible y con ilusión. No tenemos tiempo para quejarnos ni para mirar a los lados o para atrás. Nos convertiríamos en inútiles estatuas de sal. Sigamos avanzando, ese es el objetivo. Coge tu tabla y vuelve al agua, hoy cabalgarás sobre la mejor ola de izquierdas del planeta. O mañana.

 July Echevarría Núñez
Directora ANP Inmobiliaria