Los mayores de 55, o cercanos a esa edad, somos la generación de la transición. Paco de Lucía nos regaló “Entre dos aguas”, y así nos sentimos.
Nacimos ya en un nuevo mundo lleno de posibilidades. La TV ya estaba en casa y los Beatles arrasaban. “Haz el amor y no la guerra” el slogan de la década. Eran los años del ‘hippismo’, las minifaldas, la música ‘yé yé’ y las vespas. Todo era posible.
Llevábamos un ritmo bueno de crecimiento y cambios pero dentro de los límites de una velocidad razonable, crecimos, fuimos a la uni, nos casamos y tuvimos hijos, además de un trabajo más o menos decente, todo normal. Hasta que apareció un vendaval que todo lo cambió y nos despeinó. Aparecieron nuevas tecnologías, el móvil, internet, mejores comunicaciones con todo el mundo, grandes avances en medicina, salud, bienestar y otras muchas disciplinas. Nos pusimos al día.
Hemos dado muchas vueltas, hemos hecho muchas cosas, hemos tenido muchos empleos y nos hemos trasladado varias veces de casa, nos hemos subido a muchas montañas, en ocasiones montañas rusas que nos han mareado y a veces nos han puesto boca abajo haciendo que cayeran, de nuestros bolsillos los ahorros conseguidos y de nuestra cabeza, nuestros ideales y utopías.
La nueva realidad se impone, nos pilla con el paso cambiado y sin rumbo fijo y nos deja la cara como de asombro congelado. Una mala foto. Y nos atacan cuestiones personales y trascendentes: ¿Los mayores de 55 podemos, todavía, hacer algo interesante con nuestra vida, podemos cambiar? ¿Podemos incluso replantearnos nuestro futuro en base al presente “de locos” donde nos ha situado el mundo actual? ¿Podemos aprender cosas nuevas y contribuir al bienestar general? ¿Podemos ganar dinero? ¿Podemos cuidarnos sin descuidar a nuestros mayores? ¿Podemos ponernos objetivos y conseguirlos? La respuesta es que sí, y que debemos hacerlo, es nuestra siguiente revolución y nuestro siguiente reto.
Si otros lo han hecho, por qué no, nosotros? Hay ejemplos. Si nos ceñimos a lo que dice la seguridad social, somos mayores. Pero resulta que nuestros padres también. Lo primero es burocracia, lo segundo una realidad.
Es la primera vez en la historia que padres e hijos pueden llegar a ser pensionistas ambos a la vez, solo que ellos son muy mayores y están todavía más desconcertados que nosotros. Su cuerpo les funciona razonablemente bien gracias a los grandes avances en Medicina y a la mejora en el estilo de vida. Sin embargo la velocidad del cambio y la sociedad en general, les ha dado pocas herramientas para llegar hasta aquí con alegría de vivir, con aficiones, con ganas de retomar aficiones pendientes y de compartir con los demás. “Cómo ser mayor sin hacerse viejo”, de Enrique Miret Magdalena, ya lo presagiaba y daba pautas para ello. El desconcierto campa a sus anchas y genera mucha confusión. A estas alturas, padres e hijos nos sentimos perdidos.
Me gustaría contribuir con este blog dada mi trayectoria vital como coach, como asesora financiera para la venta de la nuda propiedad de viviendas de mayores, y sobre todo como integrante de pleno derecho de este grupo lleno de experiencias vitales, a que compartamos inquietudes y aportemos ilusiones y ejemplos de objetivos cumplidos a esta maravillosa edad, la que cada uno tenga. ¡También ahora es posible!
July Echevarría Núñez
Directora ANP Inmobiliaria